Pilar Ortíz García.
Profesora Departamento Sociología Universidad de Murcia. Cátedra Empresa Familiar Universidad de Murcia.
La Opinión - Encuentros diciembre 2009
Cuando se analiza la empresa familiar se alude a la particularidad que supone la conjunción de dos ámbitos, aparentemente tan distintos, como el negocio empresarial y la familia. Estos dos espacios de relación pertenecen a dos universos diferentes. El universo de la empresa es el del capital económico, la toma de decisiones racionales, la orientación hacia lo externo, el mercado y los clientes, en suma, el ámbito en el que el objetivo fundamental es el crecimiento del capital financiero a través del éxito un entorno competitivo.
Sin embargo, el universo de la familia, responde a parámetros diferentes, es el ámbito de las decisiones emocionales, de la introspección, la intimidad en la relación entre sus miembros, la orientación hacia el cuidado de los componentes del núcleo familiar y el crecimiento de otro tipo de capital diferente: el emocional.
Definir el capital emocional de una familia no es una tarea sencilla. De forma intuitiva, se considera que este capital debe estar compuesto por factores tales como la solidaridad entre sus miembros, la fluidez en la comunicación, la flexibilidad para aceptar los criterios y opiniones cuando éstas son divergentes, las experiencias positivas acumuladas y un largo etcétera. En cualquier caso, lo que resulta incuestionable es que la influencia de la familia en la marcha de la empresa es un factor clave. Una familia que acumula un capital emocional positivo y saludable, debe estar en mejor posición para alcanzar los objetivos empresariales. La literatura especializada en el análisis de la empresa familiar insiste en que esta relación es fundamental, y son varios los marcos teóricos desde los que se aborda: la teoría de sistemas, la teoría de recursos y capacidades o la del capital social.
En todas ellas se pone de manifiesto la importancia que tiene aprovechar los recursos y capacidades de los individuos y sus relaciones, de cara a conseguir ventajas competitivas para la empresa. Académicamente, se ha acuñado el concepto de familiness para hacer referencia al impacto que tiene la influencia de la familia en los procesos estratégicos y en el desempeño de la empresa. Las escalas que tratan de medir este grado de influencia, convergen en la importancia de analizar factores como las relaciones de poder, los elementos culturales y la acumulación de experiencias en los sistemas sociales que constituyen la familia y la empresa.
De estos enfoques, es importante obtener conclusiones. Por una parte, podríamos concluir que la empresa familiar puede ser exitosa en los negocios, pero puede adolecer de la escasa acumulación de capital emocional. Podríamos aventurar que una empresa de estas características, podrá tener un ciclo de vida relativamente limitado, al menos, con el carácter de empresa “familiar”, ya que un mal clima familiar puede acabar con la alianza de estos dos sistemas. Si por el contrario, la empresa acumula un importante y “saneado” capital emocional, pero falla en la acumulación de capital financiero, nos encontraríamos en una situación similar a la anterior, al menos en la posibilidad de supervivencia de la empresa.
La conclusión definitiva, no por obvia, deja de ser importante: se debe tender a acumular el máximo de recursos en ambos capitales. No es tarea fácil, pero es la tarea. La investigación en las vías para acumular estos capitales puede arrojar luz sobre la dinámica de las empresas familiares en este cometido. En este sentido, los investigadores de la Cátedra de Empresa Familiar debemos dedicar recursos y capacidades a analizar el proceso de creación de capital de ambos tipos, una acumulación que contribuirá a la longevidad de la empresa familiar y con ello, al mantenimiento del desarrollo económico y social.