Colaboraciones medios

 

Miguel A. López-Morell

Cátedra Empresa Familiar. Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Murcia

La Opinión - Encuentros agosto 2013


Cualquiera que haya escarbado mínimamente en la realidad empresarial de la Región de Murcia es consciente de que el nivel formativo en general y, en particular, de los empresarios de la Región de Murcia, ha sido uno de los hándicaps históricos del subdesarrollo económico de la zona y un elemento esencial para entender elementos como la falta de continuidad o el escaso tamaño relativo de las sociedades industriales y de servicios murcianos. El trabajo que he publicado recientemente con la profesora Mercedes Bernabé (“La formación de los directivos de las empresas familiares de la Región de Murcia en perspectiva histórica”, en Paloma Fernández (Coord.) 2013: La profesionalización de las empresas familiares, Lid Editorial), creo que sigue aportando luz sobre esta realidad, dándonos pie a confirmar algunos cuestiones evidentes, plantear alguna conclusión políticamente incorrecta y hacer alguna reflexión necesaria.

La realidad es la siguiente: a nivel general, a fines de 2008 solo el 31,5% de los gerentes de las empresas familiares consultadas contaban con estudios universitarios, lo que supone una mejora en relación con el estudio realizado en 1999, casi dos puntos menor. Y ello a pesar de que se confirma que aquellas que tienen como primer ejecutivo de la empresa a un universitario son mayores, más antiguas y están más internacionalizadas. Sin embargo, cuando hemos contrastado si en el lapsus que hay entre 1999 y 2008 las empresas con directivos mejor formados han tenido un comportamiento mejor, igual o peor en ventas que aquellas sin cualificación en sus gerentes nos hemos llevado una sorpresa: el resultado no es en absoluto significativo, es decir, partiendo de la formación del gerente en 1999, el hecho de que este sea universitario no confiere a su empresa en la década siguiente un resultado en facturación estadísticamente mejor que aquellas que tienen a su gerente peor formado.

Este resultado contradice las teorías generales del empresario, pero se adapta a otras hipótesis que discutimos a lo largo de este trabajo: los bajos niveles de formación se encuentran enquistados en la base del empresariado murciano y, muy especialmente, en las empresas familiares, y parece que el empresariado local ha sido capaz de adaptarse a la situación generando beneficios competitivos, aunque muy sesgados hacia sectores tradicionales y poco intensivos en tecnología, en los que se desenvuelve con soltura.

Esta realidad casa bastante con un comentario generalizado entre muchos empresarios y algunos consultores de empresas de la región con los que nos hemos puesto en contacto y que, literalmente, viene a decir que: “la formación universitaria genera aversión al riesgo y se distingue con bastante rotundidad la figura del empresario y del economista/técnico”, con el argumento de que hay un número considerable de emprendedores que abandonaron sus estudios universitarios a las primeras de cambio para hacerse empresarios o que, directamente, nunca se los plantearon. Esto ha podido generar un problema de base en el empresariado murciano, en tanto que una parte de los empresarios que no están formados tampoco creen en la formación, ni son exigentes a este respecto con sus sucesores. Y eso es un grave problema para el futuro y potencial de la empresa.

Como dato esperanzador hay que apuntar, no obstante, que las mejoras formativas medias han sido evidentes en las últimas dos décadas y que a medio plazo terminará redundando en el tejido empresarial; como también que las pocas empresas familiares que han demostrado largo recorrido han ido mejorando substancialmente los niveles formativos de las nuevas generaciones.

 


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