Colaboraciones medios

 

Pedro Ángel Colao Marín

Profesor del Departamento de Ciencias Jurídicas de la Universidad Politécnica de Cartagena. Miembro de la Cátedra de Empresa Familiar.

La Opinión, Encuentros agosto 2014


Estamos viviendo una época de ajustes, y no sólo de gasto. El mundo está cambiando y parece que nos ha pillado con el paso cambiado; ante esta situación conviene reaccionar (como sabe muy bien la empresa familiar), conservando lo realmente importante y teniendo en cuenta que los tiempos del nuevo rico han pasado, dejando la factura que vemos. No van a volver; es más: la lucha del futuro se plantea para conservar un buen pasar, y esto en “contra” de un mundo en competencia feroz que no va a cambiar, por mucho que en un rincón del universo nos reunamos cuarenta y gritemos y cantemos canciones de protesta. Los vientos vienen como vienen, a lo mejor incluso por una cuestión de solidaridad, o de reparto de la renta a nivel mundial: lo que para muchos de nosotros es un abuso intolerable es un sueño para el noventa por ciento, en términos literales, de la humanidad. Ante esta situación, en la que lo que se debe pretender es salir de ésta con el menor daño posible, especialmente a los que peor lo están pasando, conservar los auténticos derechos, mantener un nivel de dignidad y vida adecuados y abrir puertas de esperanza en el futuro, nos encontramos en más ocasiones de las deseables frente a un racimo de supuestas verdades, de unas partes y de otras, de cartón piedra, sin más acreditación de su validez que la reiteración, cuando no con una serie de eslóganes que se arrojan de parte a parte y sustituyen el pensamiento sereno. ¿Puede aliviar algo la situación de las empresas y de las personas?: a lo mejor muchas pequeñas cosas prácticas.

Ahora se está discutiendo sobre la reforma fiscal, que no parece una reforma en el sentido de cambio estructural del sistema, sino un ajuste. Puede que sea una buena cosa; que se alivie la presión fiscal en impuestos no equitativos y la lleve algo más a otros para los que el dinero negro no es, tanto, un baluarte inexpugnable que obliga a someter de forma inmisericorde a tributación a los rendimientos del trabajo y algunos del capital.

El ciclo de ingresos y gastos es una unidad, y parece ser que los números son tozudos, porque por bien que esté la poesía, no sirve para cuadrar lo “incuadrable”. Hay, y pido perdón a los puritanos y maximalistas, que racionalizar el gasto, que optimizar el dinero aplicado a los servicios. Esto no quiere decir que el nivel de prestaciones tenga que bajar; tengo el íntimo convencimiento de que la utilización de los recursos materiales y humanos se puede hacer algo mejor, y de que la mera inyección de recursos económicos en la Administración no ha dado lugar siempre a mejoras en las prestaciones; hay ejemplos desalentadores.

Clarificar procedimientos, agilizarlos, puede generar un beneficio casi inmediato en el producto interior bruto, y no parece que hayamos avanzado demasiado en algunos aspectos relacionados con esto. Y lo mismo agilizar la solución de las cuestiones conflictivas, reducir el número de años de espera.

Son pequeñas reformas, sin importancia, generalmente puramente técnicas, pero que pueden darle mucho aire a los ciudadanos y a las empresas. A todos.

Después de ir de médico en médico por el dolor de cervicales, el lumbago y las dificultades en la visión, y de oír descalificaciones e insultos de unos a otros, uno, el último, le dijo a un sujeto: quítese el saco de tierra de la cabeza. Alivio inmediato.

 


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