Colaboraciones medios

 

Pilar Ortíz García.
Profesora Departamento Sociología Universidad de Murcia. Cátedra Empresa Familiar Universidad de Murcia.
La Opinión - Encuentros 5 octubre 2014
Los primeros días de septiembre han sido testigos del fallecimiento de dos hombres emblemáticos en la historia empresarial española reciente y, más concretamente, en la historia de la empresa familiar: Emilio Botín e Isidoro Álvarez. Son varias las coincidencias en estos dos acontecimientos, no sólo la semana de su muerte, también la edad, el norte de España como origen [de nacimiento] y un perfil de liderazgo que, en ambos casos, ha sido destacado por los numerosos artículos dedicados a estos empresarios. A estas coincidencias habría que añadir un elemento más: la brevedad del duelo. Entiéndase, nada más lejos de banalizar el sentimiento de pérdida de las familias que permanece en la intimidad ajena al interés de los medios, a lo que se hace referencia es a otro tipo de duelo: el de la empresa.

Posiblemente -no sin cierta curiosidad morbosa- los días en que se conocía la noticia, el ciudadano de a pie buscaba algún signo que identificase el duelo empresarial por la muerte del patriarca en establecimientos tan emblemáticos como los presididos por los fallecidos. Nada de nada ha trascendido del ámbito familiar al económico, al menos, en la imagen de las compañías. Es cierto que otro “termómetro” del avatar empresarial, como es la bolsa, escenificaba este lance en una de las empresas con la caída moderada de su cotización el día siguiente de la muerte del empresario. Pero nada más.

La empresa (como el espectáculo), debe continuar y la empresa familiar, uno de los sistemas en los que la implicación de la familia en el negocio es una seña de identidad, no lo es menos. Es más, parece una tipología especialmente blindada frente a los acontecimientos imprevistos, como han sido las muertes que concita este breve artículo de opinión. Hace un año, la generosidad de un grupo de empresarios familiares permitió a la Cátedra de Empresa Familiar ahondar –una vez más- en las claves de su gestión económica y emocional. Ello tuvo como resultado la publicación del libro “Empresarios familiares. Testimonios sobre la influencia de la familia en la empresa” en el que se recogía el discurso de éstos sobre la influencia de la familia en el negocio.

Esta influencia aparecía de forma recurrente en su discurso como la garante del cumplimiento de los objetivos empresariales dada la implicación de la familia con el proyecto empresarial y la unión de sus miembros. Aunque el empresario familiar no es ajeno a la existencia de problemas que, en ocasiones, se explicitan en el consenso o disenso a la hora de tomar de decisiones, la presencia de familiar en los órganos de decisión aparecía en el discurso como uno de los elementos clave a la hora de materializar dicho apoyo. La implicación, la unidad y el compromiso aparecen como valores añadidos, como un “capital” más en la empresa. El compromiso aparece vinculado a la herencia recibida haciendo buena la premisa según la cual al heredar, el empresario recibe algo más que un bien material viéndose obligado a mantenerla y hacerla crecer.

Estos días el discurso de los empresarios familiares ha adquirido todo su sentido. La continuidad –más allá de la muerte del patriarca- está garantizada con el paso al frente de los miembros familiares. La unidad y el compromiso se mantienen. La transición tranquila -a pesar de la dimensión de los negocios-, parece fluida, tanto como el “espectáculo” que, pese a la muerte, debe continuar.

 


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