
Miembro de la Cátedra de Empresa Familiar.
La Opinión - Encuentros octubre 2012
Han sido muchas las empresas familiares que han desaparecido como consecuencia de la crisis económica de los últimos años. La realidad es que las que han sobrevivido no ha sido sólo por llevar a cabo una política financiera prudente sino por haber incorporado la información como factor principal en la toma de decisiones, evitando así decisiones intuitivas.
El panorama tributario en España y la tolerancia social hacia determinadas prácticas, ha dado como resultado elevadas tasas de economía sumergida. El problema, más allá de las posibles consecuencias fiscales y del rechazo que estas prácticas puedan causar a cada uno a título personal, radica en el fatídico impacto en la calidad de la gestión: los que tienen la responsabilidad de tomar las decisiones no disponen de los mecanismos necesarios para sustentar sus opiniones.
Concretamente, existen prácticas, más o menos extendidas, que deterioran la información clave para la toma de decisiones:
- La contabilidad es vista exclusivamente como una herramienta de planificación fiscal. Balances incompletos con prácticas, como el juego con la variación de existencias, determinan un desconocimiento exacto de parámetros económicos tan básicos como los márgenes con los que funciona una compañía.
- Muchas de las empresas familiares que no han alcanzado un grado mínimo de profesionalización siguen funcionando con los parámetros de la economía sumergida. El miedo a ser descubierto hace que determinada información relevante quede en el limbo y que las herramientas financieras no puedan ser utilizadas correctamente por no estar correctamente retroalimentadas.
- No se usan criterios coherentes en la imputación de gastos, lo que dificulta determinar la rentabilidad real del negocio. Además, existen transmisiones de dinero no justificadas entre la empresa y la familia. La empresa familiar no debe soportar gastos estrictamente personales de los socios o de sus familiares.
- Los procedimientos establecidos para la gestión financiera y administrativa resultan ineficientes. Las empresas están acostumbradas al asesor fiscal o laboral, pero la viabilidad depende realmente de la visión financiera. La figura del asesor financiero, tan de moda en países anglosajones, debe jugar un papel primordial en la empresa familiar.
- No se usa la contabilidad analítica. Se desconocen, habitualmente, los parámetros básicos del negocio. ¿Sabemos realmente la información económico financiera relevante de nuestras empresas?
- No existen indicadores de seguimiento de gestión que permitan conocer las constantes básicas. Estamos cansados de oír que “todo aquello que no se mide es imposible que mejore”. No podemos saber si gestionamos bien o mal si no disponemos de indicadores que nos permitan medir la evolución de nuestra actividad a lo largo del tiempo.
- Infrautilización de los recursos tecnológicos. Es frecuente encontrar sistemas de información deficientes, que aún con soporte tecnológico de calidad, no proporcionan una información precisa o útil. Son usuales los comentarios entre los gestores de empresas familiares que se quejan de que la información de la que disponen es “poco exacta, demanda muchos recursos, no es estructurada, ausencia de metodología de reporting, etc…”