
Departamento de Sociología y Política Social. Miembro de la Cátedra de Empresa Familiar Mare Nostrum
La Opinión - Encuentros abril 2014
El concepto de Capital Social asociado al análisis de las organizaciones en general, de las empresas en particular, y no digamos en el caso de las empresas familiares, puede aportar no solo información sino la siempre necesaria reflexión acerca de la cualidad del mismo y sobre el que actuar en su mejora y expansión como forma de ser y hacer propia de cada organización. Robert Putnam lo ha definido como un sistema de orden social constituido por aquellos elementos de las organizaciones sociales, como las redes, las normas, la confianza,… que facilitan la acción y la cooperación para beneficio mutuo entre los miembros de una comunidad o grupo social.Se trataría, pues, de un intangible social a considerar de enorme relevancia en cualquier organización por derivarse del mismo, aspectos como identidad de proyecto grupal, proactividad, disponibilidad e implicación, reciprocidad, etc., en el logro de objetivos de grupo comunes. Esto es predisposición y actitud convergentes entre todos sus miembros. Ciertamente, en la medida en que contenga más elementos positivos que negativos; es decir, más lo primero que reservas, desconfianzas, actitudes particulares de captación y aprovechamiento de recursos, etc., por parte de componentes de la propiedad y/o la gestión y hacia el resto de los miembros.
El punto de partida sería el de considerar que las empresas familiares presentan de por sí una cualidad superior al resto de otras empresas: la de la familiaridad. Familiaridad que se asociaría a la existencia de complicidad que dota a la empresa familiar del impulso y la resistencia propia de los lazos más esenciales de la pertenencia social: el proyecto familiar. Pero ésta puede ser un arma de doble filo que a veces se pone de manifiesto a medida que la sucesión familiar se amplía si ésta no está articulada en torno a sólidos lazos implícitos de afecto y a repartos de roles explícitos de funcionalidad interna. Con lo que es la propia ampliación y difusión de la familiaridad la que puede ir socavando la capacidad de resistencia, en este caso, del proyecto empresarial. Esto es, a la díada básica tradicional miembro-organización, las empresas familiares agregan un rasgo estructural más que la convierte en tríada. O en mejor expresión aún: en un triángulo o triangulación de proyectos e intereses diferenciables derivados de las diferentes condiciones que un individuo de la empresa familiar reúne como miembro funcional, propietario y aportador individual y de otra familia externa.
Resultados empresariales, familiaridad e intereses personales; esto es, economía, afecto y proyectos personales, para converger necesitan hacerse conscientes (ser definidas como integrantes de cualidad específica del capital social propio de la empresa-familia; de cada empresa familiar). La propuesta es que ésta concienciación se fundamente en la definición en forma y sentido de las funcionalidades requeridas o en las que se basan cada uno de los niveles o esferas de la triangulación y que afectan a la familia-gestión, a la familia-propiedad y la familia extensión.